14/11/14

El "berretín" de las cosas idas... El cine de Settecase (3ª parte)

 

 

 

Retomando este inédito relato de Anita Settecase, hija del entrañable Don José, y la magia de su Cine, que marcara una época tan cara a los sentimientos de muchos arroyenses, llegamos a esta tercera entrega final, en la que Anita nos sigue describiendo esas fotos del alma que aún tienen vida, en lo más profundo de su corazón.




A medida que pasaban los años, yo que desde muy chiquita tenía tanto entusiasmo por ir a la escuela, fui cursando los estudios primarios en la Escuela Fiscal Nº 73, de la que guardo los mejores recuerdos. Imposible ha sido olvidar a la Directora Srta. Zulema Gilgorri y a la Vicedirectora Elena Carpensen y a tantas buenas y cariñosas maestras como Pepita Corozo, que con los métodos tan eficientes que empleaba, se aprendía sí o sí y su exigencia necesaria fue igualada por su dedicación, despertando en aquél 5º grado gran interés por el estudio y el aprendizaje, que lo convirtió en algo inolvidable.

Conservo aún una tarjeta de despedida de 6º grado con un pensamiento que fue una brújula hasta el presente y dice así: "Mira a la luz de frente y las sombras quedarán siempre a tus espaldas".

Esas palabras quedaron para siempre grabadas en mi corazón, sumado al hecho que mis queridas maestras me incentivaron para seguir estudiando, que consulté con mis padres si podía hacerlo y ellos accedieron con muy buena voluntad y sacrificio, puesto que en 1933 no había colegio secundario en Arroyo Seco y yo que apenas tenía 12 años, no era conveniente que viajara sola todos los días. Hablaron con una hermana muy querida de mamá y durante todo el tiempo de estudiante hasta que me recibí en la facultad, estuve en su casa, cuyas puertas me abrió con amor.

Volviendo al tema del Cine, las películas eran enviadas en bolsas de lona antiinflamables y cada acto, como eran filmados en celuloide venían arrollados y colocados en tambores de fuerte latón, creo...; generalmente los largometrajes (los más importantes) traían ocho rollos o actos; las bolsas se dejaban preparadas, muy bien cerradas, para que el día lunes las pasara a retirar el comisionista.

Como la luz, en el pueblo, era suministrada por una empresa particular, para reforzarla en los horarios de mayor consumo en el Cine, papá hizo hacer un galpón en el fondo del patio, donde colocó un motor de "8 caballos de fuerza", expresión que yo, sin dudas, repetiría automáticamente, puesto que aún era chica y no entendía su real significado.

Como en una colmena, cada miembro de la familia cumplía su tarea y desde 1937 en que se casó mi hermana Pepita, su esposo Luis colaboró también, en publicidad y reemplazando a papá en los viajes a Rosario y en la atención del buffet en los bailes, especialmente en los famosos de Carnaval que hacían en el Cine.

Como yo, y gracias al sacrificio y empeño de mis padres y el apoyo de todos pude seguir estudiando, me preocupé por hacerlo intensamente para no tener que hacer gastos extras (maestras particulares, por ejemplo) ; además de los que el propio estudio exigía ya por esos años: (de 1933 a 1937 secundario y de 1938 a 1942 universitario) eran todos pagos.

En el tiempo estipulado logré recibirme de farmacéutica, no había otra meta y preocupación para mí, y como iba a Arroyo Seco a visitar a mi familia cada 8 a 15 días según fuera la necesidad de quedarme; dejé bastante de ver a mis compañeras y amigos del pueblo.

No obstante eso, por la estima que tenían por mi familia, a comienzos de 1943 me ofrecieron una demostración de afecto por ser la primera mujer, hija del pueblo con título universitario.

La emoción que experimenté en ese momento fue enorme e imborrable, sobre todo por la satisfacción del deber cumplido y la alegría que pude darles a mis queridos padres, resto de la familia y a mis maestras por toda la confianza que depositaron en mí. Al ver ese salón repleto de gente que me felicitaba y tanto me alentaban, realmente quedé sin palabras, contrariamente a las de ellos, tan llenas de cariño que fueron rubricadas con un hermoso pergamino que me entregaron colmado de firmas. Luego de unos meses comencé a ejercer en Rosario.

En tanto mi familia siguió con el Cine hasta fines de 1944. Se trasladaron a Rosario y yo viví con ellos hasta que me casé.




El Cine Sociedad Italiana de José Settecase, continuó luego como Cine Belgrano y finalmente Cine Unión. Los proyeccionistas que se recuerdan, después de Don José Settecase, que al principio era él mismo quien operaba la "máquina de sueños"; fueron Mario 
Bongiovanni y su hermano Juan; más tarde Norberto Quinteros; Martín Pugliese y Hugo Arias.

(Fuente: Film "Los proyeccionistas" por Gloria Gennai).



Hemos cumplido así, con un sueño muy anhelado por quienes integramos esta columna. Contar con el valioso aporte de la pluma y los recuerdos de Anita Settecase, la propia hija de Don José, que nos brindó estos preciados relatos. Porque son relatos que emocionan; cada uno es un mensaje de vida, una lección de moral, una semilla sembrada con amor, y con la esperanza de que pueda germinar en la tierra fecunda del corazón que los reciba.



Material Consultado: Material de archivo.

Agradecemos a: Ana María Cardone, Angelito y Marta Settecase,Teresa Malacalza; Tony Ghilardi.



* Este material fue publicado originalmente en TEMAS & NEGOCIOS .



 

 

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